Tinnitus
Desde hace unas semanas un molesto zumbido ha encontrado acomodo en mis oídos. El otorrino dice que no ocurre nada, es más, que tengo un oído perfecto que ya quisiera para él. El caso es que esta perfección empieza a ser más que molesta, porque no sólo hay que aguantar en el silencio de la noche este extraño sonido similar al que emite un televisor, sino porque parece que viene acompañado de cierta hipersensibilidad.
Claro que, viéndolo de otro modo, mis abuelos maternos murieron sordos; recuerdo cómo en sus últimos años mi abuela sufrió muchísimo por culpa de ese aislamiento implacable al que se veía sometida. No se entretenía ni con películas mudas, en las que podía disfrutar simplemente de la narración visual: El maquinista de la General, los cortos de Chaplin… Nada le interesaba. Ni siquiera algo que le gustaba tanto como los toros. Se centraba en su afición, el ganchillo, con el que supongo que llevar la cuenta de los puntos le permitía escucharse a sí misma en su imaginación, y si alguien le preguntaba dónde vas, decía manzanas traigo. Ella hubiera preferido mil veces tener este zumbido.
Hay días que parece que han subido el volumen de todo. La gente habla muy alto, la radio tiene más interferencias, el tráfico parece multiplicarse y los niños de la plazoleta gritan sin parar.

Ésta y otras perlas que me veo obligada a escuchar, creo que han provocado el tinnitus. Pero estoy en tratamiento: dentro de un rato Monty me lleva a un concierto de Dianne Reeves y después a otro de Diana Krall.
