I’m still here
Este artículo se lo dedico a mi amigo Eneko, fan sin fin de este blog, que me pregunta cada día que me ve a qué espero para seguir escribiendo. Yo también me lo pregunto.
Me falta el tiempo, la tranquilidad, las ideas, la imaginación. La verdad es que llevaba un buen ritmo de camino a Dublín, pero quienes me conocen saben que un sustillo familiar durante el inolvidable fin de semana Streisand hizo que me centrara en otras cosas y que perdiera en cierto modo mis ganas de comunicarme.
Pero estoy aquí, todavía estoy aquí, como dice la canción de Stephen Sondheim (¡de rodillas!).
Así pues, pasaré volando sobre la parte positiva del concierto; Barbra es de carne y hueso, diva inalcanzable pero humana como todos. Estuve a tres metros de ella, a veinticinco años de fidelidad, a siete minutos de entrevista, a una cena de hacer amigos, a dos horas de éxtasis musical, a un arcoiris de milagro meteorológico.
(Las fotos del concierto… salieron de mi Olympus, increíble pero cierto, fijaos qué cerca estuve). Os cuento que está fondona pero sexy, de vuelta de todo pero feliz; que ha perdido voz pero tiene más de lo que quisieran otras, que no se sale del guión pero sigue haciendo de sus conciertos algo divertido, que no es una show-woman pero llena el escenario y es capaz de hacer que 20.000 personas caigan rendidas a sus pies. Hice varios amigos, docenas de fotos, decenas de malas fotos, kilómetros por las calles de Dublín y viví con auténtica ansiedad las horas antes del concierto en Castletown House. La organización (señalización, ubicación, control) fue un desastre; un concierto al aire libre en un lugar donde llevaban 30 largos días de lluvia, y a unos cuantos kilómetros a las afueras de la ciudad peor comunicada de Europa.
No sé si tiene algo que ver; fue ver llegar el helicóptero de Barbra a la prueba de sonido y parar la lluvia; el arco iris nos acompañó durante un buen puñado de canciones. Y no volvió a caer una sola gota hasta que salimos de vuelta a Dublín.
Han pasado más de tres meses después del concierto; lo recuerdo todo, pero a veces dudo si fue un sueño del que me desperté nada más aterrizar en Donostia.
Os voy a pegar aquí una divertida parodia de Barbra que hace Joaquín Reyes en La Hora Chanante. Es genial… Monty ha hecho que me aficione a youtubear en busca de los «Testimonios» de Chanante y «Celebrities» de Muchachada Nuí.
El verano seguía sin dejarse ver por las calles de Donostia; sabíamos que era julio porque sonaba jazz en la Trini. El festival se cerraba con Elvis Costello. Una señora decía «no me extraña que la rubia [Diana Krall] no lo suelte, está en plena forma el tío».
Aunque oficialmente es otoño, para mí el verano se prolonga con el Festival de Cine. 47 películas de Henry King en el bolsillo, mucha disciplina en el trabajo y en la butaca de la sala 2 del Príncipe, que en estos doce años es como mi primera casa cada mes de septiembre. Buen ciclo, buen cine, quizá el año pasado Lubitsch me dejó más satisfecha, pero este año también he podido descubrir películas estupendas. La versión muda de «Stella Dallas», por ejemplo. Ver a Deborah Kerr en «Beloved Infidel» fue un excelente adiós en cinemascope y tecnicolor a una de mis actrices favoritas. Cruzarme dos veces con Liv Ullman por los pasillos del cine y recibir un «Hi, good to see you» sonriente y educado. Hablar de Henry King con Olga en la radio. Siempre hay algún motivo extra por el que recordar el festival con cariño.
Vuelta a la mina. Oficina, trabajo acumulado, lecturas atrasadas, más cine. Salí satisfecha después de ver «Un funeral de muerte«. Necesitaba una película así con la que llorar de risa. O en casa, revisando la obra de Harold Lloyd. Vamos, que sigo aquí y sin tiempo para el aburrimiento.