Algunas estrellas brillan, yo sudo
Lo cuentan los periódicos: nos dejó a los habitantes del Kursaal anonadados, emocionados, embriagados. Podría seguir empalagando este texto con epítetos. Liza dio cuenta de toda la profesionalidad acumulada en sus rodillas y su cadera, a saber lo que le estaba haciendo sufrir el dolor de moverse. Si en la primera parte del concierto hizo uso de la silla para transmitirnos su repertorio más intimista (soy lo suficientemente inteligente como para no esperar al segundo acto para sentarme, dijo), en la segunda parte no paró de bailar, de comunicar, de contagiarnos la energía con que le alimentó Kay Thompson en los momentos en que Liza más lo necesitaba.
Lo bonito fue el acto de reconocimiento que hizo Liza en la segunda parte de su espectáculo: un homenaje a Kay, quien en cierto modo se hizo cargo de Liza cuando su madre desapareció. Como contaba entre canción y canción, Kay era un auténtico torbellino, una persona vital, enérgica, fuerte. Es quien más hizo por infundir lo que Liza denominó self-confidence (confianza en sí misma). Como relató, la última imagen que tiene de ella es Kay, desde un balcón, diciéndole, «Liza, happy EVERYTHING!«.
Uno de los números interpretados en esta parte del concierto era la canción (compuesta por Thompson y Gershwin) titulada LIZA, de la cual Vincente tomó el nombre para su hija. Parte de ese homenaje estaba aderezado con cuantro cantantes-bailarines que emulaban a los Williams Brothers, de los que formaba parte el cantante Andy Williams.
Finalmente, Liza nos obsequió con New York, New York y antes de bajar el telón, exhausta, nos regaló un tema a capella, I’ll be seeing you. Lo dejó todo sobre el escenario, en el que brilló, aunque nos llegó a confesar: Some stars glitter, I SWEAT!
Veamos a Kay Thompson en el número de Funny Face «Think Pink», antes de que ése fuera el título de un corto de La Pantera Rosa…