Dublín, víspera y 13
Los pubs, los restaurantes son lugares en los que acampar cómodamente. Hay vida. La gente se mueve y alterna. Esto está mucho más vivo que mi ciudad. No sé, hay algo que llena todos los locales, gente muy peripuesta o lugares vestidos para la ocasión. Estoy segura de que en esta ciudad podría sentirme a gusto si no pudiera quedarme en Donostia.
El hotel es bonito, limpio, cómodo. En el centro de Dublín, junto a St. Stephen’s Green y cerca de The Merrion. Las vistas, pese a ser de una habitación de las más “asequibles”, son muy agradables. Tejados, unos más bonitos que otros, nubes, verde. Puedo escuchar a las gaviotas – mal rollo, porque cuando buscan refugio tierra adentro es porque viene mal tiempo. Y ahora por la noche puedo ver las luces del edificio que hay enfrente, en los ventanales puedo ver que se acumulan cientos de papeles, libros, carpetas, archivadores, era más evidente antes de anochecer, ahora quedan algunas ventanas con luz, quizá alguien esté limpiando las oficinas.
Aquí no falta de nada, pero la sorpresa más agradable es el equipo de música. Hay una cadena de radio sintonizada que antes de salir a cenar ha emitido música de Haendel y Tchaikovski. Ahora hay un programa de jazz de ésos que invitan a pegarse un baño de espuma, prepararse una copa de algo suave y dejarse caer sobre la cama para descansar. Y mañana, Castletown House, en Cellbridge. No puedo creer que me lo esté tomando con tanta tranquilidad, serán los termalgines con los que he desayunado esta mañana o la migraña que no cesa…