You Were Meant For Me (Singin’ In The Rain)
Si hay una película capaz de cautivar (y provocarle hacer una concesión) al más radical detractor del cine musical ésa se titula Singin’ in the rain.
Viendo esta película desde 2010, contemplo una metáfora de lo necesarias que resultan las crisis para evolucionar, limpiar, partir de cero y seguir aprendiendo. Porque de una crisis se aprende, se sacan conclusiones y se sale renovado; la falta de recursos agudiza la imaginación, porque imaginar, pensar, romperse las neuronas, no cuesta dinero. El referente: la llegada del cine sonoro y la caída del imperio del mudo. Casi nada.
Singin’ in the rain es la película favorita de Antonio Mercero. Así lo dijo su hijo cuando recogió el Goya de Honor en la pasada ceremonia, sobre todo que ahora la enfermedad propicia al director ese raro placer de ver la película, una y otra vez, como si fuera la primera vez; Mercero, en su rincón del Alzheimer, debe gozarla.
Hasta mi generación, todos hemos visto esta película alguna vez. Y aunque todavía haya alguien que no la haya visto, quién no conoce el maravilloso número que da título al film. Gene Kelly ha pasado la noche en vela junto a sus amigos, buscando una idea innovadora que les saque de la ruina. El final de esa noche se sella con el inicio de un romance, con un beso de despedida bajo la lluvia. Kelly sabe que para él la lluvia es puro sol. ¿Qué importa si se moja? Es un día glorioso.
Pero la canción que yo hoy quiero resaltar aquí es otra. Una canción de amor cantada al personaje encarnado por Debbie Reynolds. Y, así, intentar inocular en los lectores el gusanillo de revisar esta película imprescindible y necesaria, este canto al optimismo y al refrán tan nuestro de «no hay vez que llueva que no escampe».