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Bien, sigamos con Hollywood y su star-system. Los fans de Indiana Jones seguimos pendientes de George Lucas y Steven Spielberg y sus planes para la cuarta entrega de la saga. Sean Connery está pensando seriamente en abandonar su bien merecido retiro para encarnar de nuevo al Dr. Henry Jones; sólo si el guión le satisface, que quede claro. No puedo imaginar a otro en ese papel; hace unas semanas revisaba Indiana Jones and The Last Crusade y tengo que reconocer que me lo pasé pipa, que no tiene desperdicio y que películas como ésa hacen falta en la cartelera, entretenidas, divertidas, con diálogos inteligentes; vamos, una película clásica de aventuras con todos los recursos Lucas-Spielberg detrás, que por lo general suele ser garantía de entretenimiento; el guión ya está preparado, es de David Koepp, la preproducción en marcha y, si todo va bien, comenzará a rodarse el próximo mes de junio. Los rumores incluyen al habitual del reparto, John Rhys-Davis, la coprotagonista de la primera entrega, Karen Allen, y Natalie Portman, que, como Scarlett Johansson, parece estar en todas partes.
Si la factoría Dreamworks, los efectos especiales y la cirugía estética no convierten a Indiana en un superhombre, lo lógico es pensar en una película que muestre a un héroe haciendo frente, más que a los malos, a los achaques de la edad. Cosa que ya hizo el propio Sean Connery en 1976, en esa magnífica interpretación de un Robin Hood de vuelta de todo, cansado, herido y enamorado en la inolvidable Robin and Marian (cómo no rendirse ante Marian-Audrey Hepburn). Lo que no puede envejecer en el personaje es el espíritu aventurero, la ironía, la inteligencia, la codicia por el tesoro. Pero, claro, saltar, subir, correr, huír, usar el látigo y no perder el sombrero en el intento tiene que ser más costoso (y a la larga cómico) en un personaje con años y kilillos de más y en declive físico (me remito al mencionado Robin de Connery). Vamos, yo ya no me creería a Indy colgado del cañón de un tanque o en una balsa bajando unos rápidos sin despeinarse. Que Harrison Ford ya no es tan “junior”, vamos, que han pasado dieciocho años desde la última entrega.
Setenta cumple Vanessa Redgrave, esa grande grande grande del cine y del teatro, de quien mis películas favoritas son Camelot, Isadora y Julia. Todavía la recuerdo en una de sus visitas a San Sebastián, acompañada de Franco Nero y de su hijo en común; en aquella rueda de prensa, Nero, con lágrimas en los ojos, confesó que Vanessa era una de las mejores personas que había conocido en el mundo. Eso no tenemos la oportunidad de comprobarlo personalmente, claro, pero su militancia política y labor altruista han sido reconocidas públicamente y, como actriz, es una de las mejores en activo y de las que están sabiendo envejecer. Recuerdo a Harris-Arturo pensando en Redgrave-Genevere y preguntándose eso de How to Handle a Woman.