Noa, Acto II

Algún gremlin intentó pisotear el espectáculo, pero sólo logró que todo sonara más afinado que nunca, más nítido, más contundente. La contundencia de su casi perfecta fonética en castellano al leer en público un comunicado en el que expresa su propuesta para lograr convivir en paz con el vecino (una propuesta que no es nueva y que lleva años expresando, si cabe ahora con más ahínco).

El segundo concierto de Achinoam Nini en Donostia llenó el teatro de personas que se adhieren a lo que Noa y sus músicos tienen de creativos, de emotivos y de mensajeros. Porque la música es otro idioma para la comunicación (ese acto en el que es imprescindible que emisor y receptor compartan un mismo código para entenderse) que trasciende la semántica lingüística para transmitir directamente una actitud de optimismo ante la que está cayendo.

El de anoche fue un concierto mucho más centrado en Genes & Jeans, el álbum que publicaron hace un año; apenas se intercaló algún clásico como Mishaela o Yuma, reservando los temas más populares para la generosa traca final. Pero las novedades fueron bien recibidas, quizá porque ese reencuentro con la música de sus raíces enriquece considerablemente el espectáculo. Lo árabe y lo judío, lo occidental; lo viejo y lo nuevo, el pop, el jazz, la fusión de ritmos y culturas, demuestran que la globalización cultural es la única que tiene sentido y la que más resiste.

La traca final enganchó a quienes están más familiarizados con sus tres primeros álbumes internacionales. Vemos que el espectáculo ha abandonado los antes imprescindibles Ave María o Child of Man (aunque ésta la escogió la víspera como cierre de su acústico). Pero en su afán por hacerse entender, llenó su encore con canciones traducidas al castellano, como la estupenda Uno queriendo ser dos o la inevitable La vida es bella. Sin duda, repito, la más redonda es la compuesta por Joan Manuel Serrat, Es caprichoso el azar, una melodía compleja y un texto que habla de que todo en esta vida lo vivimos por casualidad, por estar donde no teníamos que estar en el momento menos esperado. Communicate, communicate, dice en su más convencional Shalom Shalom, en la que resume una filosofía de vida. Pero para rematar un bis larguísimo y abandonar el escenario con la autoestima y la adrenalina por las nubes, contagiaron el ritmo de la estupenda Keren-Or a la audiencia (lo confieso, uno de mis temas favoritos).

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