James Taylor, Jamie Cullum

Anoche acabó el 44 Jazzaldia (Festival de Jazz de San Sebastián) con dos grandes tracas de fuegos artificiales. La más temprana, a las 18.30 en el Kursaal, donde uno de los más grandes trovadores de los últimos cuarenta años desplegó sus alas blancas (porque interpretó yo diría que íntegramente su famoso álbum blanco Greatest Hits de 1976). Y por la noche, después de la exótica Mélissa Laveaux, el nuevo niño prodigio del jazz-para-todos, Jamie Cullum, hizo gala de su virtuosismo como pianista, su habilidad con la guitarra y su capacidad para meterse al público en el bolsillo.

James Taylor (Boston, 1948) contó ayer, entre canciones, que en 1968, cuando parecía que iba a reventar el mundo, él pasó diez días en Formentera, donde compuso un par de canciones mientras estaba «homesick». Nada más y nada menos que «Carolina in my mind» y «Mexico». No dejó pasar ni uno solo de los temas que todos los que le adoramos esperábamos: desde «Fire and Rain» hasta «Sweet baby James», pasando por la mejor versión del «You’ve got a friend» de Carole King, una autora muy prensente en la carrera de Taylor, y de quien también interpretó una versión más folk del «Up on the roof». El cubo grande del Kursaal estaba lleno de gente totalmente entregada al concierto, que se cerró con un memorable «How sweet it is (to be loved by you)» y «You can close your eyes» con guitarra y coro, que dejó a todo el mundo satisfecho.

Taylor, siempre a la guitarra, estuvo muy bien arropado por su banda (piano y teclados, violín, bajo, guitarra eléctrica y batería) y demostró estar en forma. Cuesta creer que un tipo tan pausado, tan sencillo, pasara unos años tan oscuros y estuviera al borde del abismo en más de una ocasión.

Y por la noche, un Jamie Cullum excepcional, que lo mismo se subía al piano de cola para dar un salto sobre el escenario, que se apeaba del mismo para mezclarse con el público de la Trini. Que saltaba de un tema propio a uno de Cole Porter. Y cuyos dedos bailaban sobre el teclado con una agilidad sorprendente. Es un genio lleno de energía. Tiene capacidad para conectar con el público. Le sobra el talento. A algunos sus gestos, sus poses, sus idas y venidas y sus subidas al Steinway les parecerán mamarrachadas. Supongo que Cullum necesita gastar toda su adrenalina y ésa es su forma de hacerlo. Porque, además, lo hace muy bien.

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