¡Fñac!

Me encanta la idea de pasar diez días viendo películas de Mario Monicelli. Eso será en septiembre, con el festival. Paso por alto el asunto del cartel de la próxima edición, no sé si me convence la idea de ver mi ciudad poblada de esa especie de dadaísmo rosa en las próximas semanas.

Monicelli es un joven nonagenario en plena forma, eso me cuenta la gente del festival que ha decidido homenajear, una vez más, a la comedia italiana. Hace ya diez años que el género del realismo cómico del país de la lasagna recibió su merecida revisión en Donostia; vimos las obras grandes de Risi, Scola, Comencini, De Sica,… Redescubrí al gran Totò y me topé con películas de las que nunca se olvidan, pero especialmente dos: Il sorpasso y C’eravamo tanto amati. Fueron dos ediciones que hicieron un barrido de la comedia italiana desde los años cuarenta hasta la década de los setenta. Pensé que no volvería a tener la oportunidad de ver otro ciclo igual en las condiciones ideales: una sala de cine a carcajada limpia.

Creo que sólo nos hemos reído más el año de Lubitsch. Pero esta edición promete, al menos revisando obras como La grande guerra, La mortadella o Amici miei. A lo mejor estoy sugiriendo una burrada, pero en el fondo es pasarlo igual de bien que revisando las películas firmadas por Azcona, Berlanga, Forqué… Qué hay de malo en comparar Atraco a las tres con I soliti ignoti. O a Bienvenido Mr. Marshall con Guardie e Ladri.

Aguardo impaciente el momento de pasar por moviola para que los chicos de la filmo me cuenten qué se esconde en las latas.

Y ahora, reportaje de investigación.

Qué gran invento, el móvil con cámara de fotos. Si no fuera por él, no dispondría de estos valiosísimos documentos gráficos (amén de distintas poses de los vehículos de la guardia municipal donostiarra, aparcados en zonas prohibidas, dando ejemplo de lo que no hay que hacer). Bien, creo que no caben más comentarios, sino observar en qué se ha convertido el negocio del cine clásico: ya no atraen los títulos, ni los nombres de las estrellas o los directores, ni el rugido del león de la Metro o el rataplán de la Fox. Nada de eso. Los árboles, que no dejan ver el bosque; o el bosque, que no deja ver los árboles.

Sirva mi reportaje gráfico para proponeros el concurso el verano: ejercicio de agudeza visual.
Espero vuestras respuestas, habrá premio para quien demuestre estar más enfermo de cinefilia.