You’re All The World To Me (Royal Wedding)

Que te pregunten quién es mejor bailarín, si Fred Astaire o Gene Kelly, es como que te pidan responder a quién prefieres, a tu padre o a tu madre… Es verdad que yo me siento más identificada con la energía creativa, expresionista y positiva de Gene Kelly, pero no puedo ignorar la elegancia y el perfeccionismo de Fred Astaire. Aclaro, para mí era como actor algo mediocre, mientras que Kelly en ese aspecto era más versátil.
Rescatemos, pues, una de las secuencias más originales y mejor rodadas de la carrera del bailarín.Se trata de un número de baile de la película Royal Wedding (Stanley Donen, 1951) que, casi sesenta años después, sigue fascinando por su originalidad y su perfección técnica. Tengamos en cuenta que por entonces no había efectos digitales y que todo era una cuestión de ingenio, mecánica, bricolaje y enésima repetición de toma. Y, por supuesto, mucho talento.

Para quien no necesite que le desvelen el secreto, sugiero se salte este párrafo. El truco es mucho más simple de lo imaginable: Se monta el símil de una habitación en una caja a modo de jaula para hamster, atornillada a un eje sobre el que rota. Los muebles y la decoración, atornillados al decorado. Y la cámara, fija al suelo de la caja, con un operador bien sujeto con arneses, de manera que la cámara va dando el mismo giro que la caja y, además, propicia pequeños movimientos horizontales y verticales, de manera que apenas se percibe el giro y la ilusión es que Astaire baila por suelo, techo y paredes con extrema facilidad. Claro está, es de imaginar que preparar la coreografía y ejecutarla (con un perfeccionista como Astaire) llevaría semanas de trabajo y más de un quebradero de cabeza. Hoy puede parecer irónicamente estática y rudimentaria, pero es que se rodó hace seis décadas…

Respecto a Donen, he rescatado las siguientes palabras que dan idea de su honradez, talento y sentido del humor:


No me gustaba el guión, pero cuando Arthur Freed me preguntó si quería trabajar con Astaire contesté: 
– Me bastaría con limpiar su camerino. 
Empecé a bailar tras verle en Volando hacia Río de Janeiro (Thornton Freeland, 1933). Tendría 9 años. Fue mi mayor influencia para dedicarme a esto. Y 15 años después lo dirigía.