Toy Story 3, hasta el infinito y más allá

Cuando sales del cine y todo lo que sientes es algo parecido a agujetas en el estómago de tanto reír, es un gran síntoma. Pero si, además, todavía estás secándote las lágrimas, producto de la risa, de la ternura y la emoción, eso quiere decir que la película que acabas de ver realmente merece la pena.

La tercera entrega de Toy Story es grande, dinámica, divertida, triste, oscura, realista y, sobre todo, brillante. Es la historia del final de la infancia, del abandono del nido, de cómo todo lo que en un momento ha sido importante, queda con el paso del tiempo arrinconado o condenado a extinguirse.

Woody y Buzz asisten a esa transición. Andy ha dejado de ser «su» niño, y la madre (la esencia de todas nuestras madres) pone orden en sus cosas: todo lo que no sirve habrá de ser donado o tirado a la basura. O como mayor privilegio, exiliado al desván, donde como en un retiro para jubilados tendrán una vida plácida a la espera de que pase el tiempo y llegue otra generación de niños.

Por suerte para nosotros, el azar-guión provoca un giro en el destino de nuestros trozos de tela y plástico favoritos y comienza una trepidante aventura en la que tomarán parte todos y cada uno de los personajes liderados por un vaquero y un hombre del espacio.

Algunos secundarios de las dos películas anteriores han desaparecido, donados, rotos quizá. Pero en beneficio de la película se recluta a una pareja robaescenas, Barbie y Ken, cuyas intervenciones provocan, además del interesantísimo «reset» de Buzz, las secuencias más hilarantes de la película.

No debemos desvelar mucho más, porque es importante disfrutar de la película, hasta los créditos finales, que no tienen desperdicio. Lo que es importante resaltar es que hay una diferencia técnica cualitativa respecto a sus precedentes muy evidente (y hablo de la versión 2D, que es la que he visto), inevitable porque ha pasado mucho tiempo especialmente entre la primera y la tercera; sin embargo, no es la tecnología (y supongo que el 3D le da un valor adicional) lo que hace de ésta una película inolvidable, sino ese magnífico guión y… los personajes, los estudiadísimos movimientos, gestos, acciones; sus frases, su evolución a lo largo de la película y toda la ternura que inspiran: ni un fotograma se desperdicia. Qué grande es Pixar.

Postdata: Y qué decir del corto que le precede, «Noche y día». Original, tierno, espectacular.