Siegel, Zinemaldia 25 de septiembre, CLAUSURA

Siempre llegamos al último día del festival con un doble sentimiento. Por un lado el cansancio, los pases acumulados en la retina, el trabajo a deshoras, las pocas horas de sueño hacen que sintamos ganas de que esto se acabe y de retomar un poco la rutina, los horarios normales, el desayuno, la comida y la cena de fundamento.

Sin embargo el sentimiento de pérdida, de que se acaba, de que mañana se van esos compañeros y amigos con los que has estado codo con codo, apagando fuegos, apagando la sed con una cervecita en «El ensanche» después de tu último pase. Algunos volverán el año que viene, pero siempre hay alguien que no repite y no vuelves a ver. Son amistades extrañas, porque durante diez días compartes confidencias, la responsabilidad de que todo salga bien; compartes mesa, comida, risa, chistes, bromas, canciones. Y después se van, dejas de verlos, con algunos cruzas cuatro mensajes a lo largo del año y a la mayoría les pierdes la pista.

Pero llega un nuevo festival y siempre pasa lo mismo. La ciudad está igual y nosotros,… nosotros parece que nos vimos ayer. Las películas son otras, pero los quebraderos de cabeza y las emociones dentro de la sala siguen siendo exactamente las mismas.

Y hoy celebramos nuestra clausura particular viendo lo poco que quedaba por revisar. Las películas se van desmontando y vuelven a sus latas y sacas. Siegel viajará a Madrid para, como reza la tradición, proyectarse en el Doré de la Filmoteca. Pero hasta el definitivo hasta pronto, esta tarde veré:

Este «master» en torno a la obra de Don Siegel ha sido, como siempre, completo y de gran interés. Por encima de todo, una retrospectiva entretenida de la mano de uno de los autores que transformaron el género del thriller. Un artesano que empezó haciendo de todo un poco en los estudios y que como Sam Peckinpah creó un estilo propio.