Retrato Cervantes por Jáuregui

Huesos de manco

Albricias, hemos dado con los huesos de Cervantes. Ya podemos santificar el lugar del hallazgo y convertirlo en lugar de peregrinaje con el que unos cuantos harán negocio.

Que no digo yo que al pobre manco de Lepanto no haya que localizarlo e identificarlo y darle un cobijo digno y reconocido, pero toda esta parafernalia montada alrededor de la búsqueda de los restos del autor de “El Quijote” ahora mismo me parece excesiva, ruidosamente mediática y… extremadamente superficial.

Superficial cuando hay una generación entera en los colegios que nunca leerá la obra maestra de Cervantes. Que nunca tocarán un libro del Siglo de Oro. Vamos, que ni siquiera olerán “El camino” de Delibes. Escuché hace pocos días a Pérez Reverte quejarse de lo que en las tertulias semanales con mis profesoras de letras favoritas viene siendo la conversación habitual. La nefasta política de educación de este gobierno y de los precedentes (hemos perdido la cuenta del número de leyes de educación que se han presentado e intentado aplicar en los últimos cuarenta años) está ninguneando las cuestiones básicas de la cultura y la educación, empezando por el respeto en las aulas y siguiendo por la ausencia de herramientas en la escuela que ayuden a desviar la atención de lo accesorio y obliguen al alumno a centrarse en lo que realmente necesita aprender. Por no decir que las “letras” hoy son la “maría” de todo el plan de estudios.

En ocasiones debemos conformarnos con la afición de los más jóvenes a leer al menos productos de marketing de escasa o nula calidad literaria, pero que al fin y al cabo forman el hábito de la lectura. Creo que es aún más sangrante en el caso de la música: la industria ignora a los creadores jóvenes y encasqueta a través de los medios de comunicación productos de marketing puro, enlatados, de nulo valor artístico, simulacros de cantantes prefabricados que creen que cantar es imitar a alguien que grita. Y, como hablaba hace pocos días con una amiga, no tienen referencias creativas, no siguen a cantautores, no les interesan los artistas “mayores”.

Me paro a pensar y me veo a los quince años escuchando a grupos que ya no existían, a cantantes que ya habían muerto, a artistas de la edad de mis padres o de mis abuelos. Con interés, con respeto, con ganas de aprender de ellos. Admirando a actores que ya habían desaparecido antes de que yo supiera qué era el cine. Escuchando con devoción lorquiana las frases de Bernarda Alba, de las que ahora los estudiantes se carcajean. Hay una pérdida de perspectiva. Y, lo peor de todo, no encuentro el eslabón de la cadena de transmisión. Se lo han cargado. No quieren saber ni les interesa quién era Gary Cooper. La poesía es un rollo. En el cine están mejor tuiteando con el móvil. Y la música clásica es aburrida, claro, donde esté el chumba-chumba de su móvil que se quiten los chirridos de un violín.

Mucho me temo que la tumba del escritor pasará a ser escenario de autofotografías y parte del carro de diapositivas de la enésima promoción turística u olímpica de la villa de Madrid. Y no servirá de resorte para que los textos de una novela mágnífica vuelvan a la escuela; y cuya lectura es inexcusable, porque ha sido adaptada al castellano actual, contada en viñetas, con dibujos animados o relatada en el cine. Vamos, la novela está disponible para que la entendamos todos.

Cervantes, icono de la historia de la literatura universal, se está quedando en los huesos.

Miguel de Cervantes Saavedra

(1547-1616)

Autor no sólo de «Don Quijote de La Mancha».

Enlace a las obras completas del autor.